IRIARTE, HELENA
En esta historia el tono, la voz de quien narra y el lenguaje son los protagonistas. El lector se siente implicado desde el inicio debido a que la voz narrativa le habla a Juana todo el tiempo, se dirige a ella en segunda persona -dando un toque de intimidad a la historia- y a la vez lo hace cómplice, ya que es el único que se entera de lo que los otros personajes de la historia nunca llegan a saber. A través de esta voz conocemos la personalidad de Juana, una niña sensible, imaginativa, quien se refugia en el mundo de la fantasía al sentirse rechazada por una madre fría, frívola, decepcionada de tener un niña morena, fea, alelada y huraña. Juana busca consuelo en su padre, quien le alimenta su ser de niña y con quien comparte el mundo lúdico de los juegos y la literatura. Pero el padre de Juana muere y la niña se muda con su madre a una casa convertida en hospedaje. En este lugar la novela se desarrolla como en un escenario teatral. Los huéspedes se van convirtiendo en personajes pintorescos a los ojos de una niña que cada vez huye más de la realidad, personificada por una madre que la rechaza y la maltrata, y se refugia en el recuerdo de su padre, con quien conversa todas las noches, y en el mundo mágico de los cuadros de Mateo, huésped pintor quien termina enamorado de la madre de Juana.