Virginia Woolf
Toda la producción literaria de Virginia Woolf está ligada a su peripecia vital y Orlando no es un caso distinto. Su amante Vita Sackville-West fue quien la inspiró en esta novela. Pero ella no es Orlando, claro. Orlando es un ser imposible de abarcar, que vive en cinco siglos distintos (desde mediados del siglo xvi hasta principos del XX), que cambia de sexo sin cambiar de identidad, que es embajador y vive una temporada con un grupo itinerante de gitanos
Orlando es un ser en busca de su plenitud vital, visto desde la óptica de un biógrafo peculiar, irónico y que parodia el propio género. Porque Orlando es muchos Orlandos.
Con esto, la historia, ambientada siempre en sugerentes escenarios e impregnados la particular obsesión de la autora por el transcurso del tiempo, se desliza como un deslumbrante cuento de hadas ante los fascinados ojos del lector. En definitiva, Orlando (1928) es, sobre todo, un texto peculiar y tremendamente original, una novela tan maravillosa como difícilmente clasificable. Sólo una agilidad narrativa como la de Woolf podía trenzar un juego literario semejante, y sólo un autor como Borges estaba en condiciones de verterla a nuestra lengua.