CHARTIER, ROGER
En la temprana modernidad europea, los primeros lectores de un libro no eran quienes lo compraban: era los escribas que copiaban el manuscrito del autor o del traductor, los censores que lo autorizaban, el editor que decidía poner ese título en su catálogo, los revisores que preparaban el texto para la imprenta, lo dividían en capítulos o secciones y le añadían la puntuación, los cajistas que componían las páginas, los lectores de pruebas que lo corregían. La mano del autor no podía ser separada del espíritu del impresor. Este libro está dedicado al proceso de publicación de las obras que dan el marco a las representaciones que los lectores se hacen del pasado o del mundo.