Wendy Guerra
Nunca antes la sangre ajena me pareció tan mía. La vi rodar sobre mis piernas, bajar desde mi sexo hasta la desembocadura de la bañera, escurrirse en espiral dejando un halo amenazante sobre mis dedos. Un ligero olor a paloma muerta, a río revuelto, a flores corruptas y hierro oxidado después de la tormenta me regresó el perfume de mi madre.