SARAMAGO, JOSÉ
si el Sexto Cuaderno no llegó a ver la luz del día y permaneció agarrado al disco duro del ordenador, fue solo porque, envuelto de repente en mil obligaciones y compromisos, todos urgentes, todos imperativos, todos inaplazables, se me quebró el ánimo y también la paciencia para revisar y corregir las doscientas páginas en las que se habían acogido las ideas, los hechos e igualmente las emociones con que el año 1998 me benefició y alguna vez me agredió. Eran palabras que ya consideraba definitivamente condenadas al limbo, pero, como dice la sabiduría popular, tras un día, otro viene, y lo que ayer fue duda puede convertirse mañana en certeza.