Arquitectura / CALLES

CALLES

CALLES

DEL CASTILLO DAZA, JUAN CARLOS

$ 40.000
IVA incluido
Editorial:
Taller de Edición Rocca
Año de edición:
2023
Materia
Arquitectura
ISBN:
978-958-5445-95-6

Disponibilidad:

  • Sede TeusaquilloNo disponible
  • Sede TabioNo disponible
  • Sede MacarenaNo disponible
$ 40.000
IVA incluido
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Por mi formación y oficio la calle siempre ha llamado mi atención. Este es uno de los cuadernos con apuntes sobre ese artefacto singular.
Con el surco de la labranza y el canino de la andanza la calle da fé de esa maña del humano por marcar el territorio. Pero a diferencia de esas dos huellas la calle no solo es marca y cicatriz, sino un artefacto de la imaginería, la habilidad, el poder, la ambición y la capacidad de creación y destrucción de los humanos.
En mi sentir la calle es una biografía precisa de esos seres. Así la miro y la recorro. Así la apunto.
Por eso aprecio es a nota de Balzac en la Comedia Humana: u00abhay en parís calles deshonradasu2026 y hay también calles nobles, calles simplemente honradas y calles jóvenesu2026 y hay además calles asesinas, calles más viejas que viudas ajadas, calles estimables, calles siempre limpias, calles siempre sucias, calles obreras, trabajadoras, mercantiles. En una palabra, las calles de París tienen cualidades humanas y nos imponen con su fisionomía ciertas ideas contra las cuales no tenemos defensau00bb.
Y W. Benjamin me auxilia para esquivar el estigma de que me pierdo en un balcón. u00abNo orientarse en una ciudad no significa mucho. Pero perderse en una ciudad, como uno se pierde en un bosque, requiere cierta educación. Los nombres de las calles deben hablarle al vagabando urbano como el chasquido de las ramitas secas, y las callejuelas en el corazón de la ciudad deben reflejar las horas del día, para él, tan claramente como un valle de Montañau00bb.
La marcha en la ciudad tiene muchas razones y motivos, desde el más elemental vagabundeo hasta la expedición enardecida en busca del soberano para cortarle la cabeza. También la marcha para buscar los orificios urbanos, o los objetos preciados, o las personas deseadas.
u00aba una cantina se llega caminando. Caminé desde la colonia Escandón a paso de huesos fuertesu2026 llegué a la Mascota, en la calle Bolívar. Elegí una mesa y tomé asiento antes de que un mesero de aspecto funerario, el más viejo, y arrogante, me preguntara cuantas personas habrían de acompañarmeu00bb.
u00aby era tan natural cruzar la calle, subir los peldaños del puente, entrar en su delgada cintura y acercarme a la Maga que sonreía sin sorpresa, convencida como yo de que un encuentro casual era lo menos casual en nuestras vidas, y que la gente que se da citas precisas es la misma que necesita papel rayado para escribirse o que aprieta desde abajo el tubo de dentífricou00bb.
u00abu00a1cuántas ciudades se me han revelado en las marchas que emprendí en busca de libros!u00bb.rny yo agrego: cuantas calles se me han revelado en las marchas que emprendÍ en busca de amores para aliviar mis soledades. Esos son mis dibujos.

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